Enséñeme más que la vida; enséñeme a
vivir: a deshojar las materias que mañana tal vez olvide, pero que al
pensar en su voz recordaré. Dígame como escribir las pautas de mi
infancia, reglamentar los momentos de mi adolescencia y rememorar lo que
resta de mi vejez.
Enséñeme a sonreír para alcanzar una
estrella, a rayar de mil colores mis pequeños apuntes. Haga de una roja
manzana un trofeo y frunza el ceño cuando mi cara de malcriado invada su
alma.
Usted guíe los momentos constantes,
repita una y otra vez su cariño y simpatía; y a pesar de los años los
cambios y los millones de niños, sea usted la historia escrita en un
libro, forme parte de mis recuerdos y sobre todo, nunca cambie la
constancia para estar presente en mi futuro.
Permítame aprender a ser el artista que
usted es, formar aros de alegría y tristeza en un mismo recuadro gris,
esculpir pequeñas ideas para convertirlas en fortunas y ser fuerte
cuando las horas apremian y se convierten en dolor.
Enséñeme; sea mi guía, mi arte y mi
alegría, sea mi parte perfecta, mis pensamientos elocuentes y el
moldeador de este genio durmiente, sea usted mi más querido profesor.
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